Vivimos tiempos de desesperanza; se huele en el aire, ronda
los pensamientos de todos. El Mundo se muere y parece que nadie hace nada por
salvarlo; la sociedad se muere y parece insalvable la impunidad de los
poderosos.
Pero siempre hay una salida, la vida es mucho más fuerte que
nosotros. Nos extinguirá si es necesario. Pero puede no ser necesario si nosotros,
los ciudadanos, reaccionamos correctamente y a tiempo.
Yo pienso que nunca es tarde si la dicha es buena, así que
os voy a contar un cuento.
Érase una vez un hombre que miró una brizna de paja y vio
una revolución.
Fue hace décadas que me topé con la historia de MasanobuFukuoka, un científico japonés que, tras una epifanía (comprendió que casi todo
lo que hace el ser humano es totalmente inútil y vacío de contenido), decidió
dar un giro a sus investigaciones y desarrollar una técnica de cultivo acorde
con la Naturaleza, cooperando con Ella en lugar de intentar estúpidamente “mejorarla”
(como si los seres humanos fuesen capaces ja ja ja).
En el artículo que leí por aquel entonces se describía su
granja y vergel (nótese que es “granja y vergel” y no “explotación agropecuaria”),
una de las más productivas de todo Japón. Lo llamativo era que conseguía unas
cosechas abundantes con una técnica que él había desarrollado, basada en la “no
intervención”, de forma que él no araba, ni usaba pesticidas, herbicidas ni
fertilizantes, ni podaba; con el consabido ahorro económico y laboral. Pero
conseguía una productividad equiparable a las explotaciones más tecnificadas de
su país. Y además, la calidad de sus verduras, hortalizas y cereales era muy
superior.
Especialmente me llamó la atención sus cultivos de arroz sin
inundar los campos, lo que significaba un cambio radical en el ciclo del agua y
su gestión. También, su defensa de la biodiversidad y su preocupación por la
pérdida de especies comestibles.
Pero sin duda, lo más significativo para mí fue el “Nendo
Dango”, unas bolitas de arcilla que protegían semillas de diferentes especies
vegetales autóctonas. Estas bolitas se lanzaban en terrenos desertificados o
deforestados para su recuperación. Dado que contenían diferentes espacies con
diferentes germinaciones y crecimiento, se conseguía recuperar el manto vegetal
y la calidad del suelo. Este método no requiere ni arado ni ninguna
intervención: la lluvia se encarga de “activar” las bolitas. Menos es más,
decía uno de mi ramo. Y este sabio lo llevó hasta la perfección. En estas
bolitas se puede ver el alma de la belleza.
La terrible pregunta es: porqué no se conoce popularmente este
método? Porqué no se está llevando a cabo a nivel planetario? La respuesta os
la podéis imaginar, y es sin duda escalofriante, si pensáis en el poder de la
industria química y alimentaria.
Nuestra baza es que somos legión.
Y tenemos, por ahora, internet.
Cuantos terrenos degradados hay cerca de tu casa? Es posible
reverdecerlos? Hay en tu entorno personas con el mismo objetivo?