domingo, 15 de julio de 2012

La brizna de paja

Vivimos tiempos de desesperanza; se huele en el aire, ronda los pensamientos de todos. El Mundo se muere y parece que nadie hace nada por salvarlo; la sociedad se muere y parece insalvable la impunidad de los poderosos.
Pero siempre hay una salida, la vida es mucho más fuerte que nosotros. Nos extinguirá si es necesario. Pero puede no ser necesario si nosotros, los ciudadanos, reaccionamos correctamente y a tiempo.
Yo pienso que nunca es tarde si la dicha es buena, así que os voy a contar un cuento.
Érase una vez un hombre que miró una brizna de paja y vio una revolución.

Fue hace décadas que me topé con la historia de MasanobuFukuoka, un científico japonés que, tras una epifanía (comprendió que casi todo lo que hace el ser humano es totalmente inútil y vacío de contenido), decidió dar un giro a sus investigaciones y desarrollar una técnica de cultivo acorde con la Naturaleza, cooperando con Ella en lugar de intentar estúpidamente “mejorarla” (como si los seres humanos fuesen capaces ja ja ja).

En el artículo que leí por aquel entonces se describía su granja y vergel (nótese que es “granja y vergel” y no “explotación agropecuaria”), una de las más productivas de todo Japón. Lo llamativo era que conseguía unas cosechas abundantes con una técnica que él había desarrollado, basada en la “no intervención”, de forma que él no araba, ni usaba pesticidas, herbicidas ni fertilizantes, ni podaba; con el consabido ahorro económico y laboral. Pero conseguía una productividad equiparable a las explotaciones más tecnificadas de su país. Y además, la calidad de sus verduras, hortalizas y cereales era muy superior.
Especialmente me llamó la atención sus cultivos de arroz sin inundar los campos, lo que significaba un cambio radical en el ciclo del agua y su gestión. También, su defensa de la biodiversidad y su preocupación por la pérdida de especies comestibles.
Pero sin duda, lo más significativo para mí fue el “Nendo Dango”, unas bolitas de arcilla que protegían semillas de diferentes especies vegetales autóctonas. Estas bolitas se lanzaban en terrenos desertificados o deforestados para su recuperación. Dado que contenían diferentes espacies con diferentes germinaciones y crecimiento, se conseguía recuperar el manto vegetal y la calidad del suelo. Este método no requiere ni arado ni ninguna intervención: la lluvia se encarga de “activar” las bolitas. Menos es más, decía uno de mi ramo. Y este sabio lo llevó hasta la perfección. En estas bolitas se puede ver el alma de la belleza.
La terrible pregunta es: porqué no se conoce popularmente este método? Porqué no se está llevando a cabo a nivel planetario? La respuesta os la podéis imaginar, y es sin duda escalofriante, si pensáis en el poder de la industria química y alimentaria.

Nuestra baza es que somos legión.
Y tenemos, por ahora, internet.
Cuantos terrenos degradados hay cerca de tu casa? Es posible reverdecerlos? Hay en tu entorno personas con el mismo objetivo?
Revélate: planta tomates y lanza Nendo Dango.

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